23 de junio de 2012

El reloj atómico


El reloj atómico
Un reloj atómico es un tipo de reloj que utiliza una frecuencia de resonancia atómica normal para alimentar su contador. Los primeros relojes atómicos tomaban su referencia de un Máser. Las mejores referencias atómicas de frecuencia (o relojes) modernas se basan en físicas más avanzadas que involucran átomos fríos y las fuentes atómicas. Las agencias de las normas nacionales mantienen una exactitud de 10-9 segundos por día, y una precisión igual a la frecuencia del transmisor de la radio que bombea el máser. Los relojes atómicos mantienen una escala de tiempo continua y estable, el Tiempo Atómico Internacional (TAI). Para el uso cotidiano, se disemina otra escala de tiempo, el Tiempo Universal Coordinado (UTC). El UTC se deriva del TAI, pero se sincroniza usando segundos de intercalación con el Tiempo Universal (UT1), el cual se basa en el paso del día y la noche según las observaciones astronómicas.
El primero fue construido en 1948 por el Willard Frank Libby de los EEUU basándose en las ideas sobre un fenómeno extremadamente regular, la resonancia magnética molecular y atómica, del Nobel Isidor Isaac Rabi aunque la precisión conseguida por el amoníaco (molécula utilizada por el prototipo del NIST) no era muy superior a los estándares de la época basados en osciladores de cuarzo.
Hoy los mejores patrones de frecuencia atómicos se basan en las propiedades físicas que tienen las fuentes de emisión de cesio. El primer reloj atómico de cesio fue construido en 1955 en el Laboratorio Nacional de Física (NLP), en Inglaterra. Sus creadores fueron Louis Essen y John V.L Parry.
En el año 1967 los relojes atómicos basados en cesio habían conseguido fiabilidad suficiente como para que la Oficina Internacional de Pesas y Medidas eligiera la frecuencia de vibración atómica de los dispositivos creados y perfeccionados por Essen como nuevo patrón base para la definición de la unidad de tiempo físico. Según este patrón, un segundo se corresponde con 9.192.631.770 ciclos de la radiación asociada a la transición hiperfina desde el estado de reposo del isótopo de cesio-133. La precisión alcanzada con este tipo de reloj atómico es tan elevada que admite únicamente un error de un segundo en 30.000 años. El reloj más preciso del mundo se diseña en el Observatorio de París, donde los actuales relojes atómicos tardan 52 millones de años para desfasarse un segundo. El nuevo objetivo de la investigación francesa es aumentar ese plazo a 32 mil millones de años. El estándar actual de los relojes atómicos en activo permite el atraso de un segundo cada 3.700 millones de años (NIST EU).

SELECCIONA LA ZONA HORARIA:http://www.turismoafondo.com/horario.asp

fuente:Wikipedia
Link recomendado:

Científicos australianos diseñan el reloj atómico más exacto hasta el momento.

                                Relojes atómicos
                                 Rubén Blades 






21 de junio de 2012

Europa, un satélite de Júpiter.


                 Europa, un satélite de Júpiter.
                                                                                     La Luna,Europa y La Tierra.
De todas las lunas gigantes de Júpiter, Europa es la menor, pero también la más intrigante. Mientras los demás satélites galileanos presentan muchas características aun por explicar, éstas, por lo menos, se pueden fotografiar desde el espacio y quizás, algún día, lleguen a ser exploradas por vehículos robot o incluso por astronautas. Europa es diferente; su mayor secreto parece estar enterrado bajo su superficie, tan hondo que, probablemente jamás seremos capaces de explorarlo y entenderlo, pues se considera que su superficie helada y llena de surcos es poco más que una banquisa de hielo que flota sobre un océano global de muchos kilómetros de profundidad.
La idea de que Europa pudiera tener un océano oculto se sugirió por primera vez a principios de la década de los ochenta, cuando las sondas espaciales Voyager enviaron las primeras imágenes detalladas de la superficie. Las fotografías revelaban una superficie blanca, en general pristina, surcadas de una red de líneas cruzadas de color oscuro y con algunas zonas de tono rosado. Lo extraño era la falta de relieve de la superficie: en términos relativos, Europa es más lisa que una pelota de ping-pong. La superficie de Europa es también de reciente formación: presenta pocas cicatrices de impactos de meteoritos y las que existen son casi fantasmales siluetas de cráteres cuyos bordes apenas se elevan sobre el entorno. El satélite parece tener una notable habilidad para curarse a sí mismo y la mejor explicación de tal fenómeno es que la superficie es móvil y puede recuperar el nivel medio cada vez que se ve perturbada. Incluso puede recomponerse con nuevo material.

Las sondas Voyager demostraron de forma concluyente que la superficie de Europa consiste principalmente en agua helada, teñida en algunos lugares de compuestos químicos e impurezas. Así pues, el agua parecía el remedio lógico que curaba las heridas de Europa: un ungüento fácil de transportar que se congelaba al exponerse al casi vacío reinante en la superficie y que reponía las partes dañadas de la corteza.
Sin embargo, ¿por qué tendría que conservarse agua en estado líquido en Europa cuando, según los patrones normales, el satélite es demasiado pequeño, tiene una atmósfera demasiado enrarecida y se encuentra demasiado alejado del Sol? La respuesta está en las mismas fuerzas de marea que calientan el interior y producen los violentos volcanes de Ío (otra luna de Júpiter). Tal vez. los dos satélites sean muy similares por dentro, con núcleos calientes que contribuyen a generar vulcanismo. Sin embargo, mientras que las erupciones en Ío vierten directamente al espacio, las de Europa se registran bajo kilómetros de hielo. Este calor atrapado mantiene líquidos los niveles inferiores del océano que envuelve Europa, mientras que las capas superiores, heladas, flotan encima de ellas como la banquisa de hielo de los polos terrestres o, incluso, como las placas tectónicas sobre la astenosfera fundida de nuestro planeta.

Si Europa posee un océano, ¿podría también albergar vida? En la Tierra, descubrimientos recientes han reforzado la hipótesis de que la vida pudo originarse en condiciones muy parecidas a las que reinan en el profundo océano de Europa, sustentada por la sopa química caliente del entorno de volcanes submarinos y no por el calor del Sol en aguas superficiales poco profundas, por lo tanto, parece ciertamente posible que lo mismo se produzca en el satélite joviano.
 

Enviar un robot sumergible al océano se Europa en busca de signos de vida es cosa de ciencia ficción y no será una posibilidad factible en el plazo de muchas décadas, por lo que tal vez no lo averigüemos nunca. Las mayores esperanzas de encontrar respuesta o, por lo menos, indicios alentadores se hallan en los hielos superficiales de Europa. Si se descubrieran moléculas orgánicas complejas en aguas que han brotado del interior de Europa, su presencia apuntaría con fuerza a que debajo del hielo existe vida de algún tipo.
Datos de Europa
Máxima proximidad a Júpiter: 665 mil kilómetros
 Máxima distancia a Júpiter: 677 mil kilómetros
 Diámetro: 3.138 kilómetros
 Masa: 0,0083 Tierras
 Periodo orbital: 3.55 días terrestres
 Temperatura media en la superficie: -148º C.
 Gravedad media en la superficie: 0.135 respecto a la Tierra.
                                                                                Interior de Europa.  

                  El mar del satélite Europa, un océano bajo el hielo


                                        Bee Gees I started a Joke



fuente:astrociencia.